No he nacido en Calaceite pero quiero a ese pueblo y sobre todo, a sus gentes. Mi padre me enseñó que hay que transmitir a los descendientes algo fundamental: dónde están sus raíces. Soy catalana, profundamente catalana, tengo mi propia identidad, mi cultura y mi lengua, pero me enseñaron a respetar la diversidad. Señores gobernantes de Aragón, en lugar de inventarse eufemismos con la lengua, fomenten la riqueza en las maravillosas tierras de la Franja. Quiero hablarles de Calaceite, un pueblo de enorme riqueza monumental, con una gastronomía digna de ser descubierta y unos alrededores donde la naturaleza ha pintado su mejor obra. Sus gentes hablan el aragonés oriental, que tiene identidad propia y sus orígenes están en el catalán, les guste o no a ustedes. Un poco de historia no les iría mal. ¿Quieren negar los orígenes de los pueblos de la Franja? Adelante, háganlo, pero sus gentes tienen muy claro que son aragoneses con una segunda lengua: son bilingües. Ser bilingües es un riqueza, no un estigma, por tanto, si les niegan en las escuelas el aprendizaje de su lengua, les negarán una riqueza que les pertenece y que les puede abrir puertas en otro país, el mío, Catalunya. Ni son ni se sienten catalanes, pero su lengua les da identidad y con la identidad ¡no se juega! Hagan política con lo que quieran, pero no con algo tan propio como es la cultura en la que se ha crecido. No por cambiarle el nombre dejará de ser hablado entre sus gentes, pero les negarán el aprendizaje de una lengua en la escuela. Y una lengua no sólo es hablarla, es conocer profundamente su estructura para poder abrir puertas en lugar de cerrarlas.
M.ª CINTA MARÍN GALINDO
Castelldefels
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